La violencia le ganó al fútbol tucumano una vez más. La imagen final del partido entre Graneros y Sportivo Guzmán, por los cuartos de final de la región Norte del Regional Federal Amateur, fue lamentable. Tras el pitazo final del árbitro Rodrigo Ballestero, la cancha del “Cocodrilo” se convirtió en el campo de batalla en el que se enfrentaron jugadores, dirigentes e hinchas de ambos clubes.
Botellazos, golpes, patadas voladoras, fanáticos saltando la platea… Todos esos hechos empañaron la clasificación histórica de los locales a las semifinales (el club sureño alcanza esta instancia por primera vez) después del triunfo 1-0 contra los “Julianos”.
El partido fue un bodrio desde lo futbolístico. Las situaciones de peligro fueron escasas: sólo hubo dos a favor de Graneros y el delantero Facundo Cruz fue el gestor de ambas.
La primera nació casi por casualidad: “Pato” capturó una mala salida de Sportivo y lanzó una potente volea con dirección de gol. El arquero Nahuel Abregú, sin embargo, frustró las intenciones del atacante. Pero la acción más relevante del “9” se dio a los 57’: tras un centro preciso de Braian Collantes, ganó en las alturas y de cabeza puso la pelota junto al palo izquierdo para decretar el 1-0 definitivo.
El “Juliano”, en tanto, no hizo pie en todo el partido. La única ocasión de peligro llegó a los 89’, cuando Jorge Sánchez realizó una chilena dentro del área. El disparo pasó cerca del segundo palo del arco de Pablo Lencina.
El equipo de Leandro Fligman no encontró los caminos para romper con la barrera defensiva de los sureños y se quedó con las manos vacías.
El clima no estaba caldeado entre ambos equipos. Salvo unas pequeñas discusiones entre Cruz y los defensores de Sportivo, no pasó nada de gravedad en el desarrollo del juego. La prueba fehaciente es que Ballestero sacó cuatro amarillas y una roja (expulsó a Lisandro Juárez, del “Cocodrilo”, por doble amonestación).
El inicio del caos se dio tras el pitazo final del árbitro
Los conflictos se iniciaron a partir de una discusión entre Franco Jerez, dirigente de Graneros, y los suplentes de Sportivo Guzmán frente a la platea. El hecho escaló a tal punto que la Policía decidió contener a la autoridad del club sureño.
Agustín Gambarte, arquero suplente del “Cocodrilo”, lanzó una patada voladora contra los jugadores “julianos”, y ese fue el detonante de la violencia.
Los hinchas locales comenzaron a tirar proyectiles dentro del campo de juego. Matías Barrionuevo, volante de Sportivo, devolvió un botellazo con dirección a los fanáticos, que impactó en la chapa de la tribuna local; y esa acción desató la furia de los fanáticos.
Algunos se treparon a los portones principales, otros saltaron el techo del vestuario visitante, y no faltaron los que increparon a los jugadores del “Juliano”.
La disputa se extendió alrededor de 10 minutos y la poca presencia policial (alrededor de 20 agentes) se vio desbordada. La violencia física terminó cuando Sportivo se metió al vestuario visitante. Minutos más tarde, mientras los jugadores de Graneros festejaban el pase a las “semis”, Fligman se acercó al jefe del operativo para reclamarle una situación que no pasó a mayores debido a que Gustavo Loreto, presidente del “Juliano”, decidió apartarlo del lugar. “No quiero hablar ahora porque estoy caliente”, le dijo a LA_GACETA el DT.
“No me gusta lo que pasó. Creo que la gente de Sportivo reaccionó mal. Ellos nos ganaron finales y nosotros siempre lo aplaudimos. Esto no tiene que pasar más. No tiene que haber más hechos de violencias como los que se vivieron en Banda de Río Salí. Somos personas y no nos merecemos esto”, dijo Cruz.
Graneros ahora enfrentará a San Miguel de Salta (la otra llave será entre Sportivo Pocitos, de Salta, y Altos Hornos Zapla, de Jujuy), pero el hecho invita a replantear diferentes hipótesis sobre cómo se debería parar la violencia.
No es la primera vez que el fútbol queda en segundo plano.